"No pueden votarnos porque no nos conocen"

Por Javier Borelli / Desde Nueva York
Unos policías y miembros del servicio secreto nos detuvieron. Nos llevaron originalmente a una pequeña Van en un estacionamiento. Ahí el servicio secreto nos fotografió, después nos llevó a una casa en una locación secreta y nos esposaron las manos a unas sillas de metal. Ahí estuvimos sentadas por ocho horas. Nos liberaron a las 23, pero como no teníamos celular ni plata tuvimos que caminar hasta una estación de servicio en medio de una noche helada y pedimos a la gente que había ahí que nos prestara un teléfono." Quien cuenta esta experiencia es Cheri Honkala, candidata a vicepresidente de los Estados Unidos por el Partido Verde. Ella y su compañera de fórmula, Jill Stein, vivieron esa siniestra historia mientras sus principales rivales en la carrera a la Casa Blanca debatían por televisión frente a 65 millones de personas el martes pasado. El motivo del secuestro: "Jill y yo tomamos una decisión muy difícil que fue pedir una entrevista con el presidente de la comisión que organiza los debates presidenciales y cuando nos dijeron que no nos iban a atender decidimos ir al campus de la Universidad de Hoftsra (Nueva York), donde se desarrollaría el evento."
Honkala tuvo una vida difícil. A los 17 años se suicidó su hermano. Ella, todavía en la secundaria, vivía con su hijo recién nacido en un auto. Tiempo después perdió el auto y fue a parar a un asilo. Allí se contactó con más gente en su situación y organizó un movimiento de ocupación de viviendas deshabitadas. Así comenzó su historial de lucha que ya acumula una trayectoria de más de 25 años. "He sido arrestada y acusada por desobediencia civil unas doscientas veces en mi vida, pero nunca me ataron a una silla por ocho horas como esta vez. Lo preocupante no es sólo el hecho de que haya pasado, sino que la mayoría de la gente de este país no sabe que sucedió", señala Honkala corriéndose de la experiencia personal y reintroduciendo en la charla con Tiempo Argentino los temas sociales de campaña. "Todos estamos en peligro en este país. Esto no es sólo un tema del Partido Verde, sino de la democracia. La población que tiene la posibilidad de votar por nosotras no puede hacerlo porque no nos conoce, ya que no tenemos los millones de dólares necesarios para estar en los medios masivos."
Honkala luce el saco verde característico de su partido. Los verdes disputan el tercer puesto en los comicios aunque a una gran distancia de las dos grandes potencias electorales. Su mejor actuación apenas rasguñó el 3% del padrón electoral en el año 2000, aunque ese número fue considerado clave para que los demócratas perdieran la Casa Blanca en manos de George Bush hijo.

–¿Cuánto inciden los medios en la falta de posibilidades de que una alternativa a los partidos tradicionales llegue a la Casa Blanca?
–Nuestra realidad es parecida a la película The Hunger Games (Los juegos del hambre), en la cual hay un gran teatro sobre lo que ocurre que está en todas las televisiones. De hecho, estaríamos en una mejor situación en términos de toma de conciencia si tuviéramos tanques en nuestras puertas. Porque lo que tenemos en cambio son los medios de comunicación masivos. Pero creo que eso puede cambiar con el hecho de que alrededor de 9 millones de personas han perdido sus casas y esas personas tienen que asumir una nueva situación. De vivir en una casa con garaje para dos autos, a vivir en el auto.
–¿Y cómo pueden cambiar las cosas las próximas elecciones?
–O Jill y yo ocupamos la Casa Blanca y la transformamos en la Casa Verde, o vamos a estar detenidas en la cárcel, porque las condiciones de vida son muy malas, en particular con la gente con la que trabajo. Tengo una historia trágica tras otra para contar. Por ejemplo, durante la campaña recibí dos llamadas del Departamento de Protección de la Niñez de Filadelfia y me pidieron si tenía un lugar para dos familias: una cuya casa se estaba desmoronando y otra a la que le habían ejecutado la hipoteca. Así que como no tenían dónde quedarse y les iban a sacar los hijos, les ofrecí que se quedaran en mi casa mientras yo estaba en campaña.
–¿La respuesta del Estado ante esa situación fue llamarla a usted?
–Quienes me llamaron eran trabajadoras sociales que no querían la solución usual, que suele ser separar a la familia y entregar a los chicos en adopción. Solía haber leyes para evitar eso en los '60, pero por la crisis económica y fundamentalmente por el trastocamiento de las prioridades, ya no se los protege.
–Usted hace hincapié en la falta de visibilización de estos problemas. ¿Ha visto cambios en los últimos tiempos?
–Creo que con el desarrollo del movimiento de Occupy, los estudiantes blancos están empezando a sentir lo que pasa en la economía y a organizarse. Eso es un hecho muy positivo, pero se va a requerir masiva desobediencia civil, y para eso tenemos que mejorar mucho en el uso de las redes sociales y convencer a los medios internacionales de cubrir la situación de los inmigrantes, los pobres y la clase trabajadora. Porque el mismo gobierno que mata y suprime los derechos de las personas en todo el mundo, lo hace en EE UU para la gente que vive acá. Y si afuera piensan que los estadounidenses somos como el gobierno, están muy equivocados.
–En los últimos años ha habido varios casos en América Latina de personas que llegaron a cargos ejecutivos procedentes de movimientos sociales y de trabajadores.
–Yo he aprendido mucho de movimientos sociales en otras partes del mundo. Viajé por todos lados y fui recibida, entre otros, por (Hugo) Chávez en Venezuela, y tuve el placer de encontrarme con Fidel (Castro) en las discusiones sobre el impacto del NAFTA (el Tratado de Libre Comercio de América del Norte). También recibí una delegación del Movimiento sin Tierra brasileño durante la campaña que no podía creer cómo podía ser que había tanta gente sin vivienda y tantas casas desocupadas.
–¿América Latina puede ser un ejemplo de lo que le gustaría para su país?
–Absolutamente. Uno puede mirar a Bolivia y sus esfuerzos por llamar la atención sobre la Madre Tierra y el problema del cambio climático. Mucha gente en este país está empezando a entender que nuestro planeta está en riesgo y no es por Irán, sino porque las empresas mineras destruyen nuestras montañas, contaminan nuestra agua. Pero no sólo América Latina es un ejemplo. Tenemos que pensar, y esperanzarnos, en que cosas como las que pasaron en Túnez pueden pasar acá también. La gente puede tomar conciencia y organizarse para cambiar un gobierno. 

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