"El monopolio mediático se niega a cumplir con una ley del Congreso"

Por Javier Borelli / Desde Boston
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner reiteró el pedido de que los medios concentrados cumplan con la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y aseguró que en esa resistencia a respetar la normativa residen los problemas de libertad de expresión que hoy tiene la Argentina. La mandataria formuló el reclamo durante una conferencia en la Universidad de Harvard, Estados Unidos, en el cierre de su gira ese país. Tras una exposición de casi 50 minutos en la que la presidenta pidió un cambio de mentalidad para buscar soluciones a la actual crisis global, Cristina respondió preguntas de los estudiantes y planteó que no es su voluntad una reforma constitucional para acceder a una hipotética reelección.
 "Se quiere instalar una discusión que puede existir en determinados sectores de la sociedad pero que no es competencia de esta presidenta", señaló Cristina en respuesta a Juan Maquieira, un joven de La Pampa que estudia en la Universidad de Harvard y que le preguntó si era su deseo modificar la Constitución para ser reelecta. "No se trata de lo que quiero. Sino de lo que puedo o debo. Y en realidad, es una cuestión abstracta porque la Constitución no lo permite", agregó la presidenta, que luego recordó que para que se produzca una modificación de esas características tiene que haber acuerdo entre distintas fuerzas políticas, porque se necesitan los dos tercios de los miembros del Congreso para hacerlo.
Cristina Fernández de Kirchner ya se sentía cómoda frente al estrado en la cuarta pregunta de los estudiantes. Antes ya había entrado en calor respondiendo sobre el "cepo cambiario" (al que definió como "título mediático") y la situación de la libertad de expresión en el país. "Nunca hubo tanta libertad de expresión en Argentina", explicó la presidenta. Como prueba, ofreció la propia empiria diaria: "Basta escuchar la radio o la tele para ver lo que dicen de cualquiera y de esta presidenta."
Dos hileras de chicos a ambos lados del auditorio hacían fila para preguntarle a la presidenta argentina que había concurrido a Harvard para exponer en la Escuela de Gobierno de la Universidad de Boston. David Ellwood, el moderador y decano de la casa de estudios, trataba de culminar el evento que ya había superado ampliamente el tiempo estipulado. Pero Cristina había tomado impulso y le pidió continuar.
Entonces, Juan, de San Juan, que era el primero en la hilera, inició su intervención diciendo que se sentía "privilegiado de ser uno de los pocos argentinos que puede hacerle preguntas". Cristina entonces volvió a rechazar tal planteo, como había hecho el día anterior en Georgetown, y explicó que esa percepción equivocada residía en que vivían fuera del país y seguían algunos medios de comunicación "que se han transformado en medios de oposición" y no respetan la Ley de Medios. Paradójicamente, los atrasos en materia de libertad de expresión se deben a que "cuando todo es de un solo medio", las posibilidades de hablar son reducidas. A propósito de ello, la presidenta advirtió que eso pronto iba a cambiar. Porque "el 7 de diciembre deberán haber desinvertido", mencionó en alusión al fallo de la Corte Suprema que fija esa fecha como límite del amparo del artículo 161 de la Ley de Medios. "El monopolio mediático no acepta una ley aprobada por el Congreso y que fue reconocida por la Corte Suprema de Justicia", subrayó.  
Otro punto álgido de la presentación de Cristina fue cuando respondió acerca de la dificultad para comprar dólares en la Argentina. Entonces, la presidenta citó que la Argentina "es el segundo país con mayor cantidad de dólares". Según cifras de los EE UU, por cada habitante argentino hay entre 1300 y 1700 dólares, mientras que Brasil sólo tiene 6 dólares por persona. Esa situación fue justificada por la presidenta en términos "culturales" pero también a partir de movimientos especulativos, como el de los meses previos a las elecciones de 2011, recordó. En tres meses "se evaporaron del Banco Central 4768 millones de  dólares para atesoramiento", plata que podría haber sido utilizada para pagar deuda "que no fue generada por este gobierno", aclaró, y que fue retirada del mercado. Además, señaló: "Quiero que la Argentina tenga dólares para comprar los insumos básicos para importar" y, por eso,  "como presidenta me veo obligada a cuidar esas reservas".
Al igual que el día anterior, las preguntas a la presidenta se quedaron con casi todo el foco de la noche. Sin embargo, a diferencia de lo sucedido en Washington, el clima no fue tan distendido y hasta pareció tensarse en algunos cruces entre la presidenta y los estudiantes.
Poco de eso podía preverse a las seis y media de la tarde en la puerta de la Harvard Kennedy School, espacio que ofició de sede de la conferencia. Las calles que la rodeaban apenas denunciaban algo raro en el sonido que traía el viento. Palabras en inglés con acentos raros y otras en castellano casi en igual proporción. A medida que el segundero daba vueltas, el idioma anglosajón perdía terreno hasta transformar el reducto de Boston en una esquina cualquiera de América Latina.
La fila de estudiantes creció rápidamente en pocos minutos. Entre ellos también se mezclaban familiares, académicos y otros invitados especiales como la investigadora argentina Beatriz Sarlo. Cuando la fila ya tenía media cuadra, aparecieron dos chicas jóvenes repartiendo unos folletos a las personas de la fila: "¿Cuán libre es la prensa en la Argentina?" decía uno. Otro, más pequeño y de fondo colorado, invitaba a levantar la "tarjeta" a la presidenta, en clara alusión a las últimas declaraciones de la titular del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde. La firma de ambos folletos eran cuatro letras ATFA (American Task Force Argentina), un grupo liderado por el abogado Robert Schapiro y la ex representante de los Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU, Nancy Soderberg, que reúne a bonistas que no quisieron aceptar la restructuración de la deuda propuesta por la Argentina.
La presentación concluyó con un cerrado aplauso. Las hileras para preguntar eran ya bastante cortas y los trabajadores del edificio de Harvard, acostumbrado a cerrar a las 7 de la tarde, comenzaban a asustarse respecto del horario de regreso. Cristina agradeció y se despidió del auditorio dando por concluida su gira. «

Publicado en la edición impresa de Tiempo Argentino el 28/09/2012

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