"Con Obama había grandes esperanzas y promesas que no han sido cumplidas"

Por Javier Borelli / desde Nueva York
El sonido de un potente altoparlante se escucha desde la puerta principal del edificio de las Naciones Unidas. "Fuera la ONU de Haití", grita una voz en castellano. Segundos después lo repite en inglés. El viento helado de las cuatro de la tarde ayuda a que las palabras crucen la Primera Avenida de Nueva York y orienta las miradas sorprendidas de los que salen de la sede del organismo. Todas se centran en un hombre de gorra con visera, alto y flaco, como los 25 manifestantes que lo acompañan, aunque su color de piel lo distingue del resto. "Estamos acá porque una de las responsabilidades que tenemos como sindicalistas es luchar contra la política de nuestro gobierno, que impone ocupaciones y guerras a pueblos que están luchando por su autodeterminación y tenemos una deuda muy lejana con el pueblo de Haití", cuenta a Tiempo Argentino Alan Benjamin, el orador bilingüe que ya se ha bajado del modesto estrado. Benjamin es miembro del Comité Directivo de la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales (AFL–CIO, por sus siglas en inglés), la central sindical más grande de EE UU, que nuclea a 56 gremios de trabajadores de su país y Canadá, lo que equivale a 12,2 millones de afiliados. En ese carácter apoyaba, junto a la CUT de Brasil y la CTA de Argentina, la protesta de un grupo de organismos haitianos contra la renovación del mandato por un año de la misión de la ONU en Haití que fue decretado el 12 de octubre pasado por el Consejo de Seguridad.
"Su historia está muy ligada a la nuestra por la lucha contra la esclavitud. Por eso nos hemos manifestado en contra de la continuación de las tropas de la Minustah (nombre que recibe la Misión de la ONU) cuando no hay derechos para organizar sindicatos en Haití y cuando están ahí las maquiladoras", agrega en relación al nombre que recibe el sistema de montaje de fábricas en el exterior que aprovecha la mano de obra barata y se beneficia de exenciones impositivas para la importación de materias primas y exportación de manufacturas.Un mecanismo que perjudica a los trabajadores en ambos puntos del andarivel. A unos porque los deja sin trabajo, a otros porque les incrementa la explotación a niveles insoportables.
–¿Cómo es la situación del movimiento obrero en Estados Unidos actualmente?
–Es contradictoria. Somos casi 12 millones de trabajadores sindicalizados (el 12% del sector público y apenas el 7% en el sector privado). No somos 30 millones como en los 60. Ha habido cierres y desplazamientos de fabricas que se van a China o a México, y una ofensiva muy fuerte de la patronal contra los sindicatos en el sector privado que ahora se replica en el sector público. Pero es un movimiento que subsiste. Tiene un problema fundamental y es que trabaja como si estuviéramos en otra etapa del sindicalismo, la que funcionó hasta los '80, cuando empezó la crisis. Ahí comenzó a hacer concesiones, entrar en negociaciones, participar en las decisiones para los cierres de fábricas, y muchos miembros de los sindicatos se desmoralizaron. Recién en el último año ha habido una rehabilitación. Hace poco hubo una huelga muy importante de los maestros en Chicago que duró siete días y ganaron. En Wisconsin, hace un año y medio, el sector público se levantó y ocupó el congreso de la capital del Estado en defensa de la existencia de contratos colectivos en el sector público. Hay brotes de resistencia que buscan todavía formas de expresarse y de vez en cuando salen. Somos muchos los que pensamos que tenemos que actuar de forma más independiente en relación al partido Demócrata, porque lo hemos seguido durante muchos años de manera acrítica. Por eso es un período de gran maduración y mucha discusión, donde corrientes sindicales clasistas están ganando elecciones, están desplazando a los sectores más conservadores que no han respondido a la situación.
–¿Cómo ha sido la vinculación del gremio en relación al gobierno de Barack Obama?
–Había grandes esperanzas, grandes expectativas y grandes promesas que por lo general no han sido cumplidas. Por eso ahora hay una gran decepción. Adonde quieras que vayas hablas con cualquiera y dicen que en el momento de crisis él escuchó más a las corporaciones y a los bancos. Rescató a Wall Street y no a "Main Street", como se le llama a la gente de la calle. Si habrá voto por Obama, y espero que sea mayoritario, no va a ser porque lo apoyan, sino por el temor que causa la fórmula Romney-Ryan. Ellos buscan destruir al sindicalismo, a todas las conquistas que hemos hecho en términos de prestaciones, programas sociales, el sistema de salud.
–Sin embargo, en los debates los candidatos republicanos están diciendo que van a garantizar más puestos de trabajo que Obama…
–Es una locura pensar eso. Ellos van a cerrar fábricas, a generar desempleo. Dicen que el sector privado nos va a crear empleo, pero allí están despidiendo gente para ser más competitivos. Quieren bajar el "costo de trabajo" para competir con China y para eso bajan los salarios, llevan las compañías a Haití, etcétera. Y Obama ha buscado encontrar un terreno común con los republicanos. Su política de empleos no es lo que exigimos desde nuestra federación. Hemos pedido 25 millones de empleos, una política de construcción de obras públicas, reparación de los puentes y carreteras como hubo en el New Deal de los '30, una política de inversión. Obama nos ha dado el JOBS Act (NdR: un plan de incentivo a los pequeños emprendimientos), que nos da entre un millón y dos millones de empleos máximo en una situación de 27 millones sin trabajo estable. Esto es inaceptable.
–¿Por reclamos como estos muchos estadounidenses les dicen "socialistas"?
–Si hasta a Obama se lo trata de socialista. Los republicanos dicen que su programa de salud, en el que cada quien tiene que pagar un seguro médico privado, es socialismo. Este país francamente es una locura. En definitiva, siempre se nos ha acusado, pero si luchar por los derechos de los jóvenes, de las mujeres, es ser socialista, entonces lo somos. Igual, esa acusación ya no tiene el mismo peso. En un momento fue un arma muy importante de división en el movimiento sindical ya que la derecha nos expulsaba a cualquiera que fuera progresista, pero ya no…
–¿Y cómo se ve el sindicalismo en América Latina a partir de las conquistas sociales en la región en los últimos años?
–Hay todo un sector dentro del movimiento sindical, sobre todo el latino, que es muy importante, en el que se reconoce el sindicalismo independiente. El sindicato mexicano de electricistas (SME), Evo, Lula y Venezuela, incluso con (Hugo) Chávez, porque se oponen a la política de nuestro gobierno contra la que nosotros también nos oponemos. Ha habido un reconocimiento de que en América Latina se está dando un proceso que ojalá se pudiera dar también en nuestro país. Por eso hemos hecho delegaciones y vamos seguido para traer un poco el mensaje de un sindicalismo más combativo.

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