Logran detectar enfermedades psiquiátricas con un software

En la computadora de la oficina del director del Departamento de Computación de la UBA hay decenas de entrevistas a personas bajo los efectos de éxtasis y metanfetaminas, otras tantas a personas con esquizofrenia o bipolaridad, algunos encefalogramas, cientos de videojuegos para chicos y millones de partidas de ajedrez. Todos esos archivos forman parte de las investigaciones que realiza simultáneamente Diego Fernández Slezak, el inquilino de ese espacio hasta septiembre, cuando deje el cargo para dedicarse de lleno a indagar en la "Inferencia de cómputo humano a partir del análisis automático de textos", tal el título del trabajo por el que Microsoft lo acaba de reconocer con una beca de 100 mil dólares al considerar que su desarrollo es uno de los siete que este año "tienen el potencial para resolver algunos de los problemas sociales más apremiantes".
"Siempre me gustó la computación aplicada", cuenta Fernández Slezak a Tiempo Argentino sentado en su escritorio del pabellón 1 de la Ciudad Universitaria. Por la ventana, a sus espaldas, pueden verse las ramas de los árboles sin hojas que se abren como el camino por el que la ciencia lo ha llevado.
"Al principio me orientaba hacia la Física y esa fue mi tesis de licenciatura. Luego empecé mi doctorado y terminé en Biología, haciendo un modelo de crecimiento de células cancerígenas. Pero después, por algunos cursos que hice me interesé en el funcionamiento del cerebro y la toma de decisiones. A partir de ahí se abre todo lo que hago ahora", cuenta. Eso que hace, junto con los estudiantes de doctorado a los que dirige, es analizar las señales que produce el cerebro al realizar distintas actividades, desarrollar videojuegos que estimulen la actividad cognitiva de los chicos y, fundamentalmente, crear un programa que permita que una computadora analice textos con fines médicos. ¿Cómo lo hace?
"Hay toda una rama de estudio que se llama Procesamiento del Lenguaje Natural (NLP, por sus siglas en inglés) que trata justamente de ver cómo le decís a la computadora que mida en un texto cosas que son en principio abstractas", señala Fernández Slezak. El mecanismo complejo incluye técnicas que llevan matemáticamente el reconocimiento de texto al plano de los vectores "y entonces uno puede empezar a medir la distancia entre cualquier par de palabras".
Para explicarlo dice que es como la identificación de rostros que realiza Facebook cuando cualquier usuario sube una foto. Al principio no identificaba a nadie y hoy tiene una precisión que asusta a los conspiranoicos.
Su investigación actual comenzó en 2011, cuando con cuatro compañeros lograron descular un mecanismo para medir cuantitativamente la "introspección" de textos que tenían miles de años para poder compararlos con otros producidos en el siglo XX y probar, de esta forma, una tesis del psicólogo estadounidense Julian Jaynes: que la capacidad reflexiva de los textos crece con los años. Los vericuetos de la ciencia guiaron lo que vino después.
Unos médicos del hospital neoyorquino de Columbia leyeron los resultados de su trabajo y los contactaron para pedirles si podían hacer algo parecido con las entrevistas de unos pacientes con los que diez años antes habían experimentado la influencia de la ingesta de éxtasis y metanfetaminas. "Ellos tenían las entrevistas y la pregunta era cómo cuantificar el cambio en el discurso debido a la ingesta de drogas", recuerda. Ellos estudiaron los efectos posibles de esas drogas y crearon el programa. El resultado al que llegaron es que en el discurso de las personas bajo los efectos del éxtasis hay mayor presencia de alusiones al dinero, al amor y  empatía. También notaron, por ejemplo, que la verborragia aumenta con la metanfetamina.
CRÉDITO LOCAL. Pero los usos de esta herramienta no sólo se explotan en el exterior. Los profesionales del Instituto de Neurociencia Cognitiva (INECO), dirigido por Facundo Manes, también están trabajando con el equipo de la Facultad de Computación de la UBA en la confección de un programa asistente al médico psiquiatra. El proyecto todavía está en desarrollo pero Fernández Slezak se permite aventurar cómo puede ser el resultado: "Imaginate un psiquiatra sentado en su consultorio, entra un paciente y habla hasta que llega a un diagnóstico. Generalmente además le hace un test para ver si el diagnóstico es más o menos certero. Lo que nosotros estamos tratando de hacer es una herramienta más en ese sentido. El texto de la entrevista se puede desgrabar para luego procesar y que te diga, por ejemplo, de qué tiene pinta ese discurso para que el psiquiatra luego evalúe."
En la actualidad, los equipos de ambos centros (ver aparte) se están juntando para compartir conocimiento, decidir qué patologías estudiar y en qué grado de severidad, y ver cómo avanzar en la programación. Luego deberán presentar un protocolo ante un comité de ética con reconocimiento internacional y, una vez que tengan el aval, podrán empezar a testearlo.
La beca que recibió de Microsoft no le impone condiciones a su investigación, resalta Fernández Slezak que cuenta con orgullo que todos sus desarrollos son 100% producto del sistema público argentino. Su ilusión, agrega, es que sus investigaciones puedan entrar en la era Big Data. Lo que implicaría pasar de los experimentos reducidos que condujo hasta ahora a un universo de, por ejemplo, tres millones de personas. Aproximadamente esa es la cantidad de chicos que tienen computadoras y están incluidos en el Programa Conectar-Igualdad. La alusión no es azarosa. "Quizás en unos años uno va a poder seguir la evolución de los escritos de los chicos desde segundo grado, ver su uso del vocabulario o, siendo un poco exagerado, quizás hasta medir dislexia, autismo o cualquier otra cosa como para alertar al docente para que preste atención. Ese es el lugar al que mañana quiero llegar", finaliza. «
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Un sector con desempleo negativo
 "A mí me gusta decir que en Computación hay desempleo negativo, porque hay más demanda que oferta de programadores", cuenta Diego Fernández Slezak. Actualmente, la matrícula de estudiantes orilla los mil y, de ellos, un 80% son hombres. "Eso está empezando a cambiar", se entusiasma Fernández Slezak, quien cuenta con orgullo que en la última "Semana de la computación" que organizaron para promocionar su estudio tuvieron el récord de 1500 chicos. El desafío es que logren evitar las tentaciones que les impone el mercado privado, que desde segundo año ya empiezan a contratar. "Hay muchas becas de todo tipo y color que apuntan a que los chicos trabajen poco, porque si se van a laburar ocho horas después no sólo no vuelven más a investigar, ni siquiera terminan la carrera", concluye.

Millones
Una de las líneas de investigación es verificar hipótesis con los millones de datos disponibles en Internet, en las redes sociales, blogs y otras plataformas.
 
Con las herramientas en el aula
 "El modelo del aula con un sabelotodo delante de un grupo de chicos que incorporan información está claramente en crisis. Los chicos tienen celular y se distraen con él y las profesoras terminan pidiendo que los apaguen. La pregunta es si en vez de luchar contra eso, podemos aprovecharlo", provoca Diego Fernández Slezak, integrante del equipo que desarrolla Mate Marote. Ese proyecto consiste en el desarrollo de videojuegos para "activar cierta habilidad cognitiva en los chicos que luego puede ser usada en otras actividades como matemática, lengua u otras asignaturas escolares que nada tienen que ver".
Primero lo testearon en el laboratorio; luego en algunas escuelas de la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano con apoyo de los respectivos ministerios de Educación; y finalmente lo instalaron en 200 equipos del programa Una computadora por alumno de la Provincia de San Luis. "Ese fue el primer experimento no supervisado. Los chicos tenían el programa en la compu y podían jugar o no. Lo hicieron y vimos que el rendimiento mejoró igual que en los casos supervisados, es decir que funciona sin necesitar de un docente que los vaya guiando", destaca. “Estamos apuntando a que Mate Marote sea la plataforma mundial de este tipo de juegos y ya tenemos grupos de EE UU, Francia y varios de la región que quieren que sus desarrollos estén acá", agrega. Mate marote es marca registrada del Conicet y todos sus juegos se hacen en código abierto, lo que permite que cualquiera pueda usarlo y seguir desarrollando.

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