"La genética tiene una deuda con las Abuelas"

Victor Penchaszadeh se deja caer contra el respaldo de la silla y alza sus ojos brillosos al techo del Salón San Martín de la Legislatura porteña. Infla el pecho como si el aire lo ayudara a bajar las pulsaciones aceleradas por la emoción, tras dos minutos de aplausos que no permitieron que la locutora terminara de leer la Ley 4731 que lo declaraba a él "personalidad destacada de la Ciudad en el ámbito de la ciencia". A su lado, en primera fila, se encuentra Estela Barnes de Carlotto, a quien conoció 42 años atrás en Nueva York, donde él vivía exiliado por la dictadura y adonde ella había acudido para solicitar a la comunidad científica que ayudara a las Abuelas de Plaza de Mayo a identificar a sus nietos apropiados por la Junta Militar. Un año después de aquel encuentro, nacía el "índice de abuelidad", que al día de hoy ha permitido que 113 jóvenes puedan recuperar su pasado.
"Víctor hizo algo tremendamente subversivo", señaló Mario Rovere, decano del departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad de La Matanza. "Logró invertir el signo de un instrumento pensado para la eugenesia, como es la genética, para usarlo a favor de los Derechos Humanos", concluyó el académico invitado a participar de la ceremonia en reconocimiento de Penchaszadeh, a quien se refirió como un "médico, biólogo, eticista y militante."
Probablemente esas fueron las características que llamaron la atención de los agentes de la Triple A que irrumpieron en su consultorio de Callao y Santa Fe, el 19 de diciembre de 1975. Tres días después, partió al exilio, y recién en 2007 regresó para radicarse en el país. A casi 40 años de aquel episodio, la Legislatura volvió a reconocerle esas cualidades. Pero como si hiciera falta un giro poético más, el proyecto de ley fue impulsado por la legisladora del Frente Para la Victoria Gabriela Alegre y por el diputado Juan Cabandié, un nieto apropiado que recuperó su identidad tras analizar su ADN con el mecanismo que Penchaszadeh ayudó a desarrollar.
A continuación, Mario Testa, profesor emérito de Salud Colectiva de la Universidad de Lanús, resaltó que Penchaszadeh "consiguió juntar su desarrollo científico y personal de manera armoniosa". Algo a lo que suscribió Carlotto, quien tomó el micrófono y recordó aquel encuentro de 1982 en Nueva York.
"Las abuelas teníamos la idea de que a través de la sangre podíamos identificar a los nietos. Fuimos a Francia, España, Italia y  Suecia para pedir ayuda, y finalmente a EE UU, donde nos encontramos con Víctor. Él no sólo se puso a investigar para resolver lo que necesitábamos, sino que con su mujer nos abrieron su casa", rememoró Carlotto. Por esa combinación, que muestra que los científicos "no son personas frías, salidas de una probeta", la presidenta de Abuelas cerró su exposición agradeciendo en nombre de su organismo "y de los 113 nietos". Los aplausos y la emoción volvieron a colmar el salón San Martín.
Penchaszadeh recibió el diploma y agradeció emocionado. Pero lejos de hacerse con los honores, devolvió las bellas palabras señalando que "la genética tiene una deuda con las Abuelas, porque fueron ellas quienes dieron el puntapié inicial para invertir el signo de la genética". Finalmente recordó a los presentes que la identidad es mucho más que una secuencia de ADN. El homenajeado decidió cerrar su noche con esa marcación, que quita a la ciencia del pedestal y la pone en el lugar desde el que la ejerce, al servicio de la sociedad. «
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Ciencia al servicio de la verdad
El índice de abuelidad es el resultado de un estudio genético que permite determinar la filiación de un niño en ausencia de sus padres y que cuenta con un 99,99% de certidumbre. Las Abuelas peregrinaron por varios países en los últimos años de la dictadura contactando a científicos extranjeros para que las ayudaran a desarrollar un mecanismo para dar con sus nietos. Pero no fue hasta 1983, en Estados Unidos, donde se realizó el aporte fundamental. El Dr. Fred Allen, del Blood Center de Nueva York, y la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia de Washington estuvieron al frente del desarrollo junto con el equipo de genetistas de la Universidad de Berkeley, coordinado por la doctora Mary Claire King. Allí trabajaba Víctor Penchaszadeh, quien no sólo aportó con su conocimiento, sino con su compromiso y hospitalidad para las Abuelas.

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