La argentina que investigó a los ricos que ocultan sus fortunas en paraísos fiscales
Fue un trabajo de hormiga que llevó casi tres años. Se trató, al igual que los WikiLeaks, de una flitración de archivos, pero mucho más desordenados, en el que colaboraron 90 periodistas de 46 países, incluso Argentina.
Por Javier Borelli
Por estos días, varios de los hombres más ricos del mundo duermen
inquietos. Les preocupa saber que los paradisíacos destinos en los que
descansaban sus millones ocultos pueden haber perdido su encanto
principal: el anonimato. Detrás de esa incómoda noticia se encuentra una
periodista mendocina, Marina Walker Guevara, subdirectora del
Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ por sus
siglas en inglés), una organización que hace tres días difundió un
listado parcial con los nombres de los millonarios que esconden su
dinero en paraísos fiscales de todo el mundo, un subterfugio en el que
se estima se mueven hasta 30 billones de dólares, lo que equivale al
doble del PBI de Estados Unidos. La lista completa, que enumera decenas
de miles de personas, incluye al menos 100 argentinos, aunque sus
nombres aún no han sido develados y se conocerán en los próximos días.
Como en el célebre caso de WikiLeaks, en el inicio de todo hubo una
filtración. Unos 260 gygabytes de información que incluían cuatro bases
de datos, medio millón de escritos, documentos en PDF, planillas e
imágenes en los que se escondían 130 mil registros de titulares de
cuentas offshore e intermediarios que se beneficiaban de las
regulaciones financieras de los paraísos fiscales. El paquete le llegó
al periodista irlandés Gerard Ryle, quien por entonces trabajaba en
Australia, cuenta Walker Guevara a Tiempo Argentino. Era el año 2010 y
él no sabía cómo trabajar con esa magnitud de archivos diversos. Tampoco
sabía que en paralelo Julian Assange, nacido en la isla donde residía,
estaba orquestando la difusión de más de 250 mil cables de la diplomacia
estadounidense que le habían sido filtrados a su organización.
Con ese antecedente, Ryle se postuló para el cargo de director en
la ICIJ, sabiendo que en ese marco iba a poder trabajar mejor la
información recibida. Allí la conoció a Walker Guevara, una licenciada
en Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Cuyo que
había ingresado a la organización en 2005 como pasante, mientras
realizaba una maestría en periodismo en Estados Unidos. "La primera cosa
que había visto del ICIJ eran unos cables del Departamento de Estado
sobre la ayuda del gobierno estadounidense a las dictaduras militares de
Argentina y Chile. Eso me interesó, pero lo gracioso fue que primero me
rechazaron como pasante por considerar que estaba sobrecalificada
porque ya había trabajado como periodista en Argentina. Así que mi
profesor de la universidad intercedió para que me tomaran", recuerda
Walker Guevara.
El trabajo para dar a publicidad "la mayor filtración financiera de
la historia", tal como la denominó la ICIJ, se inició en enero de 2012.
Apenas siete miembros, entre ellos la subdirectora, empezaron a
trabajar sobre esa documentación que, según sus
palabras,
no tenía "nada que ver" con WikiLeaks. "Porque los cables de las
embajadas estadounidenses estaban perfectamente redactados. Acá había
diferentes formatos. Entonces, vimos que debíamos usar software
especiales que ayudaran a leer esa información desestructurada y
permitieran hacer búsquedas por palabra clave".
Aun así, el trabajo se hacía interminable. "Era como buscar a
ciegas", recuerda. Hasta que encontraron las primeras listas de clientes
o de personas relacionadas con las empresas offshore. Entonces
organizaron los listados por países y contactaron periodistas de la red
de ICIJ para que los ayudaran a ver quiénes eran las personas
importantes. Se involucraron más de 90 periodistas de 46 países y cerca
de 37 medios de comunicación. Cada uno firmó un acuerdo de
confidencialidad en el que se comprometía a compartir dentro del equipo
que armó el ICIJ lo que fueran encontrando y, a la vez, a no difundirlo
por fuera. "Ahí vino otro tema, que era poner la información en Internet
de una manera muy segura para que ellos pudieran revisarla con los
nombres que ya les habíamos podido dar nosotros." Por último, antes de
dar a publicidad los resultados, la ICIJ decidió informar a las personas
implicadas y publicar sus descargos. Ahí recibieron todo tipo de
respuestas, pero una de las que más recuerda la periodista mendocina es
la de Bayartsogt Sangajav, actual vocero del Parlamento de Mongolia y ex
ministro de Finanzas de ese país durante cuatro años, de quien
descubrieron que en toda su etapa como funcionario tuvo una empresa
offshore en las Islas Vírgenes con la cual administraba una cuenta
bancaria en Suiza no declarada. "Fue muy intenso", recuerda Walker
Guevara, "porque vino a la oficina y, entre lágrimas, nos decía que este
era el fin de su carrera y que quería ver de qué forma podía no ser
mencionado. Nos pedía que lo protegiéramos."
Entre todos los grandes desafíos que tuvo que atravesar a lo largo
de los 15 meses de la investigación, la argentina destaca el trabajo en
equipo entre profesionales de prensa. "Era de alguna forma una prueba
para el oficio. Porque, para la mayoría de los periodistas, era la
primera vez que se encontraban en una situación donde no era ver quién
sacaba primero, sino cómo hacíamos como grupo para tener la mejor
historia global. Fue darse cuenta que la mejor forma es que todos
ganáramos." «
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Una metodología repetida
El mecanismo mediante el cual los empresarios esconden su dinero en
paraísos fiscales sigue una lógica muy similar en casi todos los casos.
La metodología consiste en crear una empresa en un país con una
beneficiosa regulación bancaria a nombre de un tercero que oficia de
testaferro. La empresa entonces abre una cuenta bancaria y opera dejando
oculto al verdadero dueño del dinero. Estas personas, para garantizar
el control de su fortuna, hacen firmar al intermediario tres papeles:
una declaración de director designado, en la que se compromete a hacer
solo lo que el verdadero dueño del capital quiere; un poder general en
el que el director le cede al verdadero dueño todo el control de los
activos de la empresa creada; y una carta de renuncia sin fecha para que
el titular "fantasma" puede echarlo en el momento que considere
necesario. La mayoría de los documentos que procesó la ICIJ procedían
justamente de estos testaferros, que fueron quedando en el camino por
cuestiones no reveladas. Así fue como pudieron rastrear a los verdaderos
titulares de las cuentas bancarias.
Artículo publicado en la edición impresa de Tiempo Argentino el 07/04/2013
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