"¿qué hago un día entero sin tele?"

Por Javier Borelli / desde Nueva York
La luz pestañeó minutos antes de apagarse por completo. A las 20 del lunes las esperanzas de disfrutar el encierro forzoso por el huracán Sandy se desvanecieron. Desde la ventana, las omnipresentes luces del Chrysler Building, uno de esos edificios que en su momento pugnó por quedarse con el mote del ser "el más alto de Nueva York", se burlaba de los centenares de miles que esperaban que su suerte fuera, al menos, parecida a la del resto. Ante la falta de expectativas de que hubiera un restablecimiento en el corto plazo no hubo mejor opción que esperar al día siguiente.
Los ojos se abrieron solos a la mañana. La persiana abierta que a la noche era la única alternativa a la oscuridad completa traicionó al soñador que tras dar muchas vueltas en la cama había logrado dormir. Ahora la imagen de la calle eran cientos de personas que caminaban en un solo sentido buscando locales abiertos para enchufar sus computadoras o nuevos hoteles donde hospedarse. Sin viento y con poca lluvia, el escenario era ideal para lanzarse a para caminar contra la corriente.
El sur de Manhattan vivía un caos prolijo. Los semáforos no funcionaban pero los autos frenaban en las esquinas. Los árboles más cansados habían decidido acostarse en las aceras aunque los más fotogénicos habían optado por caer sobre autos o rejas. En la costa, el agua volvió a su cauce pero dejó un bello desorden en su breve incursión por la isla: autos subidos a las veredas, tachos de basura en posición horizontal y miles de curiosos que buscaban en el río un respuesta a su pregunta: ¿qué hago un día entero sin tele?

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