"Hay una ofensiva de los medios en contra del PT"

Por Javier Borelli / desde Nueva York

La vida militante de Julio Turras en Brasil es el claro ejemplo de que en la política no existen blancos y negros, sino grises y matices. Como miembro histórico del Partido de los Trabajadores (PT) vio llegar a la presidencia a dos candidatos que salieron de sus filas, Lula da Silva y Dilma Rousseff, y como integrante del Comité Ejecutivo de la Central Única de Trabajadores (CUT), el sindicato más importante del país vecino, tuvo que hacerle frente al gobierno para pelear por el cumplimiento de los derechos laborales. Esa doble presión Turras la reconoce en las propias filas del ejecutivo. "Catorce partidos forman el gobierno, incluso algunos de centro derecha que representan determinados intereses. Entonces las calles presionan para un lado y gente de adentro y de afuera del gobierno presionan para el otro. En ese equilibrio, nosotros queremos que la balanza venga para los sectores populares, para los trabajadores, y en eso estamos", explica.

–¿Cuánto incidió la llegada a la presidencia de alguien surgido del movimiento obrero en el crecimiento de Brasil de los últimos años?


–La elección de Lula en 2002 fue una ruptura de la política tradicional en Brasil. Jamás un tipo que no era del club, de la élite, había logrado llegar a esa posición. Claro que al mismo tiempo tiene sus limitaciones porque el proyecto político electoral fue de una amplia alianza con sectores conservadores que hacen de freno. Entonces, desde mi punto de vista como dirigente sindical y militante del PT, pienso que eso paraliza un poco las reformas estructurales que incluso gente del gobierno reconoce que no se hicieron, como la reforma agraria, una reforma judicial, una producción volcada al mercado interno. Hay aún una desigualdad social muy grande y Lula mismo lo dijo: "no sé por qué son tan hostiles a mi gobierno los ricos si nunca ganaron tanto". Por otro lado, hubo mayor respeto a las organizaciones sindicales, por ejemplo en las negociaciones, combinado con un freno muy grande dentro del gobierno porque muchos ministerios importantes están al mando de representantes del empresariado, del centro y la centro-derecha.
–El PT fue el partido más votado. ¿Eso abre la posibilidad de que pueda pensarse un gobierno sin alianzas con la derecha?
–Me gustaría pensar eso, pero hay una ofensiva de los medios y del poder económico en contra del PT. Eso repercutió en el juzgamiento del Supremo Tribunal Federal de dos ex presidentes del partido (José Dirceu y José Genoino) que fueron condenados. El plan era que el impacto de la condena de estos dirigentes fuera electoral.Eso no ocurrió, pero el problema es: ¿cuál fue la acusación del juicio? Que el PT compró votos de partidos aliados de la derecha para apoyar programas del gobierno. Entonces es de nuevo la política de alianzas. En ese marco yo creo que la gente sigue votando al PT porque lo identifica con las transformaciones recientes y por la historia de más de 20 años de lucha desde el fin de la dictadura militar. Pero al mismo tiempo el PT está en una encrucijada, si no cambia de aliados va a frenar el proceso de transformaciones y puede perder posiciones.
–A pesar de las desigualdades que marca, el gobierno de Dilma anunció una incorporación récord de población a la clase media...
–Es cierto, pero no fue una cosa de un año a otro. Fueron los ocho años de Lula y casi dos de Dilma. Pero principalmente los de Lula y no como un regalo, sino como resultado de la presión que hicimos. Marchas sindicales y no sólo de la CUT, sino de las seis centrales n reconocidas. La CUT tiene un 40%, la segunda un 19% y hay otras más. Hicimos marchas, negociamos la política del mínimo salarial que da un aumento real cada año y eso ha repercutido. Además, los programas sociales del gobierno sacaron de la miseria absoluta a casi 44 millones de brasileños sobre un total de casi 200 millones. Entonces es cierto que aumentó el poder de consumo, pero ahora nos inquieta el endeudamiento. El nivel de endeudamiento de las familias trabajadoras aumentó mucho porque hubo un incentivo al crédito fácil. Y nos preocupa porque uno de los orígenes de esta crisis fue el problema de los EE UU de los créditos subprime. No es un nivel de endeudamiento como en Europa y EE UU pero es artificial.
–En Bolivia el proceso de cambio estuvo empujado también por un presidente surgido del movimiento obrero. ¿Cree que la organización gremial ha sido uno de los impulsores del momento regional?
–Indudablemente. Incluso en la Argentina, con todos los problemas por las escisiones sindicales. Porque cuando el gobierno retomó Repsol, por ejemplo, la reacción fue: ahora queremos más renacionalizaciones. El movimiento se apoya en los pasos favorables, por milimétricos que sean para avanzar más. Pese a los problemas gremiales, el empuje general del gobierno es el empuje social, popular, donde se incluye el movimiento de los trabajadores.
–La tesis sería entonces que los gobiernos populares necesitan un movimiento social que empuje para que puedan promoverse mejores políticas…
–Así es la vaina. Yo creo que esa es la dinámica que está planteada en nuestros países.  «

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