Latinoamérica: los mismos desafíos en una era distinta

Sin Kirchner y sin Chávez, el escenario cambió y mucho. Estados Unidos está agazapado para recuperar el terreno perdido y el bloque de países del sur espera que Lula tome el liderazgo de la región. El momento requiere estar a la altura de las circunstancias.
Por Javier Borelli
No habían pasado todavía 24 horas desde que se conocieron los resultados electorales que daban el triunfo a Nicolás Maduro cuando el presidente electo de Venezuela denunció que había en marcha un golpe de Estado.
Esa misma noche, grupos opositores que desconocían el resultado de las urnas, y se envalentonaban por los guiños de la diplomacia estadounidense que acompañaba su reclamo, organizaron marchas violentas en distintos puntos del país que terminaron con dos sedes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) quemadas, siete adultos y dos niños muertos, además de decenas de heridos. La Unasur, cuyos veedores habían avalado el resultado de los comicios el domingo, recién hizo un llamado "a deponer toda actitud o acto de violencia que ponga en riesgo la paz social del país" el jueves a la noche, tres días después de la denuncia de Maduro, y tras una larga y hermética negociación previa. La tardía reacción del organismo que con más rapidez había actuado ante intentos desestabilizadores en los últimos años generó inquietudes acerca del futuro de la región. ¿Están preparados sus gobiernos para los desafíos que vienen?
La Unión de Naciones Suramericanas entró en funciones el 23 de mayo de 2008, luego de más de tres años de trabajo entre los representantes de sus 12 países fundadores: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y, uno de sus más férreos impulsores, Venezuela. Cuatro meses después ya demostraba su importancia política al realizar una reunión de emergencia en Santiago de Chile, primera sede de la presidencia pro tempore, para expresar su respaldo "al gobierno democrático de Evo Morales" en Bolivia luego de que asesinaran al menos a 20 campesinos que se dirigían a una asamblea organizada por grupos afines al presidente. En aquella reunión extraordinaria de Santiago también se decidió la creación de una comisión investigadora sobre la masacre que en menos de tres meses entregó un informe detallado que aseguraba que los agresores actuaron en forma "organizada" y respondiendo a "una cadena de mando" con la connivencia de las fuerzas de seguridad y autoridades políticas departamentales que, vale decir, integraban la oposición a Morales.
Veinte meses más tarde, en mayo de 2010, Unasur nombró a Néstor Kirchner como su primer secretario General. Su gestión rápidamente mostró resultados al interceder en la crisis diplomática que se desató a fines de julio entre Colombia y Venezuela, puesto que la primera denunciaba a la segunda de dar refugio a miembros de las guerrillas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). En el momento más álgido de la crisis, Unasur convocó a una reunión de emergencia en Quito y su secretario General, en paralelo, se reunió con el presidente electo de Colombia, Juan Manuel Santos. El 7 de agosto, día de su asunción, Santos invitó a su par venezolano, Hugo Chávez, a restablecer las relaciones diplomáticas.
Al mes siguiente, en una nueva demostración de rapidez y efectividad, Unasur se reunió de urgencia en Buenos Aires para respaldar al gobierno de Rafael Correa en Ecuador. Cuando se convocó al encuentro, los supuestos reclamos policiales que habían iniciado el reclamo ya estaban desdibujados: el transporte público había dejado de funcionar, se había impedido el ingreso al Congreso a legisladores y el presidente estaba detenido en un hospital. Correa fue liberado por un comando especial de las Fuerzas Armadas mientras varios de los presidentes sudamericanos estaban en vuelo a la Argentina. La unidad, nuevamente, fue un factor determinante.
La última vez que la región fue puesta a prueba fue en junio del año pasado, cuando una alianza de los partidos conservadores paraguayos promovió un juicio político exprés al presidente Fernando Lugo luego de que un reclamo campesino por tierras mal habidas en la ciudad de Curuguaty acabara en una masacre por parte de la policía. De un día para el otro se iba a decidir la destitución del titular del Ejecutivo sin dar tiempo a una defensa y sin siquiera investigar los claros indicios que insinuaban que el conflicto formaba parte de la trama orquestada para quitar al ex obispo del Palacio de los López. Los cancilleres de Unasur, que estaban participando de una conferencia de la ONU en Río de Janeiro, viajaron inmediatamente a Asunción para evitar el golpe y, aunque no lo lograron, ese mismo día denunciaron la "ruptura del orden democrático al no respetarse el debido proceso" en el juicio. Una semana más tarde, el 29 de junio, los presidentes de la región reunidos en Mendoza decidieron la suspensión de Paraguay de Unasur y Mercosur dejando en claro el rechazo a los golpes de Estado.
En los últimos tiempos la situación cambió significativamente en el subcontinente. El primer secretario General de Unasur, Néstor Kirchner, falleció inesperadamente en funciones y el principal promotor de la unidad regional, Hugo Chávez, tampoco pudo sobrevivir a un agresivo cáncer. El sucesor designado por el propio presidente bolivariano fue uno de los protagonistas del armado político de los nuevos organismos como canciller bolivariano. Sin embargo, sus características son distintas y es difícil imaginar cómo se distribuirá el peso del liderazgo regional.
En este marco, inquietan especialmente la sucesión de conflictos desatados en los últimos meses. Entre ellos la escalada de declaraciones entre los ejecutivos de Bolivia y Chile por el histórico reclamo de la salida al mar para el país del altiplano luego de que este se presentara ante la Corte de La Haya, o el incidente del embajador ecuatoriano en un supermercado de Perú que terminó en un fuerte conflicto diplomático. Más allá, por supuesto, de la lenta y a veces ambivalente reacción de algunos países ante la intransigente y violenta posición de la oposición venezolana.
Estados Unidos ha notado el momento de debilidad y apuesta a recuperar la hegemonía perdida en la región. En ese marco, el vicepresidente Joe Biden declaró este martes que "es hora de buscar un compromiso mucho más profundo en el Hemisferio Occidental", por lo que anunció que viajará a fines de mes a Brasil, Colombia y Trinidad y Tobago, mientras que el mandatario, Barack Obama, recibirá a sus pares de Chile y Perú en la Casa Blanca en junio.
Llegó el momento de poner a prueba la solidez de lo construido en años de alianza regional. ¿Se decidirá Lula, tal como reclaman muchos, a tomar el liderazgo de la región? ¿Los gobiernos de América Latina estarán a la altura del desafío? «
Publicado en la edición impresa de Tiempo Argentino el 11/05/2013

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