La misma apuesta, la misma suerte

Por Javier Borelli
Que no, que no, que nos representan, fue uno de los cantos más repetidos en las asambleas organizadas en las plazas de toda España en los días siguientes al 15 de mayo de 2011. Aquellos versos que reunieron a miles de indignados por la situación de su país resumían mejor que ningún otro el clima de la explosión social que pocos pudieron prever y que la mayoría falló en interpretar. Los destinatarios, parece más claro ahora, no estaban solamente en el gobierno, sino en el conjunto de instituciones que en la historia reciente española habían asumido la voz de la ciudadanía. Entre ellos dos protagonistas: la dirigencia política y los medios masivos de comunicación. Ambos se encuentran actualmente en su momento más bajo de popularidad, pero intentan recuperar la gloria perdida pergeñando alianzas y valiéndose del poder que aún conservan. ¿Cómo enfrentan la marea destituyente de las nuevas organizaciones políticas y la viralidad de los medios digitales? 

Hubo un tiempo que fue hermoso

En 2007 el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se repartieron en mitades casi iguales el 71% de los votos de las elecciones autonómicas y municipales del país. Entonces, el desempleo rondaba el 10% y los créditos hipotecarios se firmaban por valores superiores al 100% del boleto de compraventa. La imagen de España, a través de la burbuja inmobiliaria, era la de un territorio en el que el estado de bienestar había logrado convivir con el liberalismo económico.

El País, el diario generalista de mayor circulación, tiraba 435 mil ejemplares y El Mundo, su principal competencia, rondaba los 336 mil. En ese marco, el Grupo Prisa, propietario del primero, aprovechaba la plata dulce para hacerse con 3.000 millones de euros destinados a su crecimiento en América Latina. El grupo italiano RCS MediaGroup, propietario del segundo, invertía 1.100 millones en España adquiriendo el Grupo Recoletos (que editaba otras publicaciones importantes como el diario deportivo Marca y el financiero Expansión). Endeudarse apostando a los medios tradicionales en plena época de reconversión tecnológica parecía cuanto menos una apuesta arriesgada.

Un año después se desató la gran crisis económica y los bancos españoles decidieron cortar el chorro de divisas. El índice de desempleo comenzó un ascenso sostenido, se multiplicaron los desalojos por falta de pago de los créditos hipotecarios y los balances pasaron a números rojos en la mayoría de las grandes empresas privadas, entre ellas las dueñas de los medios masivos de comunicación gravemente comprometidas con las entidades financieras. El tiempo de las vacas flacas encontraba compañías informativas más preocupadas por su supervivencia que por explicar fielmente lo que estaba sucediendo.

El mensaje que (casi) nadie oyó

Faltaba una semana para las elecciones autonómicas y municipales de 2011 cuando los indignados tomaron las plazas del país. El desempleo rondaba el 20% y Jose Luis Rodriguez Zapatero, presidente del gobierno por el PSOE desde el 2004 confiaba en llegar a los comicios generales del año siguiente sin ninguna explosión. Las protestas del 15M apenas se quedaron con un recuadro de las portadas de los matutinos. El título principal del 16 de mayo hacía hincapié en el “escándalo sexual” del entonces director del FMI, Dominique Strauss-Kahn, y las manifestaciones simultáneas en 50 ciudades apenas merecían una foto que se explicaba en las respectivas secciones de Información General dentro del cuerpo del diario.

Los medios no lo decían, pero junto a los carteles que criticaban a los políticos y banqueros colgaban otros con consignas contra ellos. El canto de Televisión, manipulación también se hacía escuchar cuando las cámaras enfocaban a las multitudes en las numerosas marchas de esos días.

Los resultados de los comicios del 22 de mayo golpearon casi exclusivamente al partido gobernante, que bajó notablemente sus votos mientras que el PP, su alter ego en el centro del espectro político, pintó casi todo el territorio nacional con su color azul. La gente seguía en las calles y los medios hablaban del vacío de representación política. Dos meses después, Zapatero anunciaba el adelanto de los comicios generales al 20 de noviembre de ese año para que “otro gobierno dé certidumbre”. Así, en plena crisis institucional y partidaria, el líder del PSOE le cedió el sillón de la Moncloa a Mariano Rajoy del PP, que asumió el cargo ostentando una mayoría absoluta en el Congreso de los diputados.

En sus cuatro años de gobierno, sin embargo, poco hizo por revertir la situación. El desempleo trepó hasta el 27% de la población económicamente activa en 2013, para volver en julio último al 22% con el que había asumido, a pesar de haber aprobado numerosas medidas de flexibilización laboral con el fin declarado de “facilitar la contratación”. El número de desalojos siguió en aumento (la Plataforma de Afectados por la Hipoteca calcula más de 570 mil desde el inicio de la crisis) al igual que los suicidios registrados por el Instituto Nacional de Estadística, que en 2014 alcanzaron el número más alto en 25 años: 3.870, un 22% más que en 2010.

Los principales diarios, incapaces de hacer frente a los cambios tecnológicos y ahogados financieramente por sus deudas, sometieron su línea editorial a sus intereses privados acentuando la caída en las ventas y, lo que es más grave aún, perdiendo influencia. Según la Oficina de Justificación de Difusión (OJD), la tirada promedio anual de El País en 2014 fue de menos de 260 mil ejemplares, un 40,4% menor que en 2007, mientras que la de El Mundo fue de 150 mil, menos de la mitad de lo que sacaba a la calle siete años antes.

En Internet, por otra parte, si bien mantienen el liderazgo en visitas diarias, cada vez son más los medios exclusivamente digitales que les pelean el podio. Para Comscore, uno de los sitios de medición digital más populares, el digital Elconfidencial.com ya se encuentra tercero en el promedio de usuarios por día.

Tu también hijo mío

“Una de las pancartas más famosas del 15M fue: detrás de cada político hay tres tertulianos (ndr: panelistas televisivos). Y tenían razón”, recuerda en diálogo con Turba Ignacio Escolar, ex director del diario Público (que cerró su edición impresa en 2012) y actual director de Eldiario.es, uno de los medios digitales que rankean entre los 10 más leídos de España. “A la prensa se la ha criticado mucho porque en vez de funcionar como contrapoder funcionaba como relaciones públicas del poder y eso le ha pasado factura y lo sigue haciendo”, añade.

“Las razones que explican por qué ha nacido Podemos y por qué ha podido colocarse tan arriba con tan buenos resultados y tan pocos medios en el arranque, no son tan distintas a las que nos permitieron a nosotros salir. En nuestro caso aprovechamos una crisis doble de la prensa: la del modelo de negocio y la de la credibilidad. Porque la credibilidad tiene que ver con la cuenta de resultados (ndr: balance) toda vez que las pérdida los llevan a tener menos margen de maniobra para informar sobre algunos temas”, explica.

Podemos, el partido político nombrado por Escolar, surgió en enero de 2014 impulsado por un pequeño grupo de militantes provenientes en su mayoría del ámbito académico español que habían roto la barrera del desconocimiento con un programa de televisión en una emisora de baja potencia de los suburbios madrileños. Su hábil uso de las nuevas tecnologías y la eficacia de su discurso para llegar a los desencantados del bipartidismo logró que en menos de cinco meses alcanzaran más de 1,2 millones de votos (casi el 8%) en los comicios para el Parlamento Europeo, lo que se tradujo en cinco bancas.

“El reclamo del 15M hablaba también a los medios masivos y creo que eso se vio en las elecciones europeas. Porque Pablo Iglesias (secretario general de Podemos) no había salido en ningún periódico de papel hasta el momento y eso fue verdaderamente una llamada de atención”, reconoce Fernando Baeta, entonces director del sitio web de El Mundo y hoy director adjunto de El Español, un sitio de noticias exclusivamente digital de reciente salida.

A partir de ahí, Iglesias y la mesa de conducción de su partido comenzaron a ganar protagonismo en las portadas de los medios masivos aunque, en la mayoría de los casos, para ser cuestionados por su apoyo o asesoría profesional a los gobiernos de Venezuela y Ecuador, sus vínculos con el ala política del nacionalismo vasco y, más recientemente, por su respaldo al gobierno de izquierda de Alexis Tsipras en Grecia. Casi siempre, acompañado por notas editoriales que cuestionaban la racionalidad de darles un voto.

A pesar de ello, en las elecciones autonómicas y municipales de mayo último, entre el PP y el PSOE sumaron apenas un 52% de los votos, casi 20 puntos porcentuales menos que hace ocho años. Podemos, con irradiación nacional pero poca presencia territorial en el interior del país, integró distintas alianzas que se hicieron con el gobierno de varias ciudades importantes. Entre ellas Barcelona y Madrid.

Lo que viene

A principios de agosto el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el más reputado instituto de estudios demográficos de España, que además es estatal, lanzó su último barómetro de alcance nacional. Allí le preguntó a los ciudadanos cómo evaluaban el mandato del actual presidente de Gobierno. Seis de cada diez consideraron que su gestión había sido “mala” o “muy mala”. Todavía más, ocho de cada diez dijeron que su figura le generaba “poca” o “ninguna confianza”. En la misma encuesta siete de cada diez consideraron como “regular” o “mala” la tarea del PSOE en la oposición y el 78% señaló que su nuevo líder, el joven y sonriente Pedro Sánchez, le inspira “poca” o “ninguna confianza”. A pesar de ello, ambos partidos encabezan las proyecciones y probablemente de alguno de sus partidos surja El nuevo Presidente del Gobierno.

A falta de pocos meses para los comicios generales aún no puede preverse con seguridad el resultado. Sí se sabe, en cambio, que las grandes cabeceras madrileñas ya no tienen el mismo poder de fuego que antes. Sus dueños, que se resisten a probar nuevos modelos de negocio, continúan menguando las redacciones a fuerza de recortes de sueldos y personal (la Asociación de Prensa de Madrid estima doce mil despidos desde 2008), mientras las redes sociales se quedan con las primicias y los agregadores de noticias capturan la atención de la audiencia desde sus celulares. También puede asegurarse que aunque Podemos quede lejos de ser la primera fuerza en el Parlamento, igual tendrá un poder decisivo en los próximos cuatro años.

Nadie duda que 2016 depare un nuevo escenario político y mediático. La pregunta es si los encargados de conducir las principales instituciones que hegemonizaron esos espacios desde el fin del franquismo lo seguirán negando.

Publicado en el número 6 de Revista Turba, noviembre 2015

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