"Los militares tienen la suma de todo el poder"

Por Javier Borelli

El director de la Iniciativa Egipcia por los Derechos Personales explica la actualidad política de su país.

El sentido de sus palabras no concuerda con el tono de su voz. “La transición a la democracia ni siquiera empezó. La revolución se detuvo”, explica sin perder el entusiasmo Hossam Bahgat, director de la Iniciativa Egipcia por los Derechos Personales (IEDP), una organización que comenzó a pelear por los derechos de los habitantes de la república árabe nueve años antes de la caída del longevo gobernante Hosni Mubarak. “Mohamed Mursi –el primer presidente civil recientemente electo– tiene poderes restringidos. No hay órgano legislativo surgido del voto, no hay constitución y los militares tienen la suma de todo el poder”, continúa describiendo, sin variar el tono de sus palabras. Esa perturbadora contradicción tiene, sin embargo, una explicación simple. Cuando Bahgat fundó la IEDP, con sólo 22 años, no conocía otra cosa que un régimen de facto y la primavera en el mundo árabe era solamente una temporada del año.
“Ahora tenemos que ser realistas de que es muy difícil empezar esta nueva etapa cuando no tenés nada en términos de fuerzas políticas existentes. Así que está madurando la idea de que va a haber una segunda etapa (de la revolución) y que el desafío más grande hoy es sacudir al régimen y sacarse de encima la cabeza. Después, eventualmente, va a aparecer una alternativa, pero mientras se va construyendo, ponés un poco de oxígeno en el Estado”, reflexionó.
Bahgat vino a la Argentina a participar de una reunión de la Red de Organizaciones Internacionales por las Libertades Civiles (INCLO, por su sigla en inglés) en la sede del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), que tiene a cargo la secretaría ejecutiva pro témpore. Allí conversó con Tiempo Argentino acerca de la nueva situación de su país.

–Casi todas las noticias que llegan de Egipto hacen hincapié en el carácter islámico del nuevo presidente, ¿cómo creen que será su gobierno?–Hermanos Musulmanes es una organización religiosa que es conservadora socialmente pero políticamente pragmática. No es muy ideológica y no tiene una teología que quiera implementar. De todas formas, cuentan con el apoyo de grupos ultra ortodoxos como los salafistas o los jihadistas, que integraron la alianza electoral que los llevó a la presidencia. Entonces se espera que todos formen parte del gobierno. De hecho, en el parlamento, antes de que fuera disuelto, los Hermanos Musulmanes tenían casi el 45% de los escaños, contra el 26% de los salafistas. Eso ha generado mucho miedo entre los cristianos, que son el 10% de la población, y entre la clase media, los liberales.
–De aquel porcentaje de las elecciones parlamentarias de fines de 2011 a los comicios presidenciales, los Hermanos Musulmanes perdieron casi la mitad de los votos. ¿Por qué?–En parte, por el miedo de los votantes a que se hagan cargo del gobierno y, en parte, porque estaban disconformes con el funcionamiento del parlamento entre enero y junio. La gente buscaba señales de cambio rápido y las que hubo no fueron muy alentadoras. Entonces, Mursi ahora debe satisfacer a los islamistas que votaron por él y, al mismo tiempo, calmar los temores del resto. En función de eso, sus declaraciones hasta el momento han sido positivas enfatizando permanentemente que musulmanes y cristianos tienen los mismos derechos. Pero las acciones son más importantes que las palabras y, en ese sentido, la gente está esperando que decida si tendrá a una mujer o a un cristiano vicepresidente, si los tendrá como asesores, cuántos cristianos tendrá su gobierno, y cuán abierto y diverso será.
–Un día antes de asumir formalmente Mursi hizo un acto en la Plaza Tahrir y prometió defender la revolución. ¿Cómo recibió la sociedad esa declaración?–Todos en Egipto “apoyan la revolución”, incluso los militares dicen que están “comprometidos con los objetivos de la revolución”. Después de la primera vuelta de las elecciones en la que los dos candidatos genuinos de la revolución quedaron eliminados, Mursi cambió su discurso y se posicionó él como candidato de la revolución. Así generó expectativa, especialmente entre los miembros más jóvenes de los Hermanos Musulmanes. Pero ahora va a tener que atenerse a ello y hacerse cargo de los manifestantes que están en la cárcel y que están siendo juzgados en tribunales militares, de reabrir las causas contra las personas acusadas de matar a manifestantes, como también de enfrentar temas de seguridad, justicia transicional y las promesas básicas que hizo en la campaña.
–¿Por qué no pudo salir una fuerza política de las protestas de 2011 con posibilidades de ganar las elecciones?–Era fácil estar todos juntos cuando Mubarak estaba en el poder. Después de él, realmente se necesitaba acordar en valores y plataformas, y eso era más difícil. Los dos candidatos moderados que estaban al frente de los sondeos antes de las elecciones de primera vuelta fueron derrotados. Los que llegaron a la segunda vuelta fueron los que expresaban planteos más extremistas en términos de religión o de compromiso con el antiguo régimen. Y eso marca que quizás los votantes no querían unidad, sino establecer su posicionamiento. Tener marcas claras de dónde se paran ellos y dónde los otros candidatos antes de sentarse a discutir acerca de trabajar en conjunto. Las elecciones fueron buenas en ese sentido. Ayudaron a entender a la sociedad en este momento.
–Las protestas en el mundo árabe también llamaron la atención por el uso de las nuevas tecnologías. ¿Qué lugar les asigna usted dentro de la revolución egipcia?–Antes de que empezara el levantamiento, Internet era muy importante para diseminar información y atraer nuevos sectores que no estuvieran involucrados en política. Pero una vez que el movimiento empezó, la gente no estaba en Twitter y Facebook. Estábamos en las calles. De hecho, Mubarak cortó el acceso a Internet y a los teléfonos celulares, y eso no importó. Incluso atrajo a más gente a las calles. Ahora, las redes sociales continúan siendo una herramienta muy importante para informar, organizar y discutir. Por ejemplo, yo estoy en Twitter desde hace un año y en este período tengo más seguidores que las direcciones de correo electrónico que la IEDP logró juntar en diez años. Sin embargo, es importante saber que es sólo un instrumento. No es el lugar donde está la lucha. La lucha, obviamente, está en las calles.
Publicado en Tiempo Argentino el 09/07/2012

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