El mito de la autorregulación periodística

Por Javier Borelli
Los diarios porteños publicaron cientos de notas e informes sobre el escándalo en torno al ahora discontinuado periódico de Rupert Murdoch. Hubo una arista del caso, sin embargo, en la que pocos repararon: la relacionada con el órgano que existe en Inglaterra que se encarga de evitar desbordes por parte de los medios gráficos. El caso de las pinchaduras telefónicas evidenció una carencia en ese sistema de autorregulación. Qué dijeron políticos, periodistas, editores, sindicatos de prensa y empresas mediáticas al respecto. Todos los detalles de una entidad novedosa pero que podría ser parte de una estrategia de quienes deberían ser sus auditados: los medios de comunicación.

“No está funcionando, es ineficiente, carece de rigor y ha perdido la confianza de la gente”, sentenció David Cameron, Primer Ministro inglés durante una conferencia de prensa ofrecida el viernes 8 de julio de 2011. “Fue creada para ser un perro guardián, pero resultó ser un caniche toy sin dientes”,agregó ese mismo día Ed Miliband, miembro del Parlamento y líder del opositor Partido Laborista.

Aquel objeto de las críticas que logró la coincidencia de los centenarios partidos políticos británicos es la Comisión de Quejas sobre la Prensa, PCC por su nombre en inglés (Press Complaint Commission), el organismo que constituye la piedra angular del sistema de auto-regulación de los medios gráficos en el país. El motivo aducido: no había podido evitar ni detectar a tiempo las escuchas telefónicas realizadas por el diario News of the World, que dieron pie al escándalo público y posterior cierre del matutino del magnate Rupert Murdoch.

Horas después de estas declaraciones y de que Cameron convocara a una comisión investigadora para“esclarecer el caso de las escuchas; investigar la cultura, las prácticas y la ética de la prensa; y hacer sugerencias para un nuevo sistema de regulación”, la policía inglesa detuvo a Andy Coulson, ex director de Comunicaciones del Primer Ministro por su vinculación con el caso y dejó en evidencia una compleja trama de complicidades entre propietarios de medios, políticos y fuerzas de seguridad. ¿Por qué se acusa a la PCC? ¿Cómo funciona el sistema de auto-regulación de la prensa británica? ¿Cómo lo puede afectar este caso?

Diario sobre Diarios (DsD) comenta aquí uno de los aspectos menos abordados por los diarios porteños sobre el escándalo de las pinchaduras telefónicas: el rol del organismo de autorregulación de los medios. Una advertencia a los lectores: la mayoría del los links de este trabajo remiten a materiales en inglés, dado que es sumamente escaso lo disponible sobre este aspecto en español. 

Cómo es la PCC
La PCC es un órgano independiente del gobierno que tiene como objetivo garantizar la libertad de expresión y proteger los derechos de los individuos regulando la tarea de los editores de diarios. Su trabajo es responder a los reclamos que realiza el público que se siente perjudicado u ofendido por algún medio gráfico y mediar entre ambos procurando una resolución amistosa. La mayoría de las veces esta se expresa en la publicación de un pedido de disculpas por parte de la empresa editora o la rectificación del equívoco.

Sin embargo, la PCC no actúa ante cada reclamo, sino solo ante aquellos que la comisión considere que han violado algún artículo del“Código de prácticas para editores”, un documento que funciona simultáneamente como manual de estilo y código deontológico para la prensa. Sus 16 cláusulas procuran sentar los parámetros básicos que todo editor debe garantizar en cuanto a precisión, respeto de la privacidad, confidencialidad de la fuente, derecho a réplica y no discriminación; así como también avanzan en el establecimiento de criterios que los periodistas deben respetar para la cobertura de crímenes y de casos que involucran a niños o a víctimas de delitos sexuales; entre otras cuestiones que forman parte de la rutina laboral.

Sólo podrían publicarse noticias que vulneren algún artículo de este código si el editor es capaz de demostrar que el “interés público” de la cobertura lo justifica. Esto es, que a partir de ello fue posible la detección de un crimen, la protección de la seguridad o la salud pública y/o la prevención de un engaño.

La PCC se financia por medio del pago voluntario de un canon anual que hace la mayoría de los medios gráficos y su estructura está compuesta actualmente por 17 personas: siete editores de distintas publicaciones nacionales o regionales y diez sin vinculación alguna con los medios (figuras públicas, ex jueces, empresarios de medios audiovisuales o parlamentarios).

Todas estas medidas (código, autofinanciamiento e integración), resaltadas por la Comisión como pruebas de su independencia, no son suficientes para sus múltiples detractores que, desde veredas opuestas, solicitan mayor participación del Estado, o bien menor presencia de los propietarios de medios. 

Un poco de historia
El sistema de autorregulación de la prensa se inició formalmente en 1953 con la conformación del Consejo General de la Prensa, un órgano integrado por representantes de la industria de diarios y revistas cuyo objetivo era garantizar la libertad de expresión, promover estándares éticos e indagar en las amenazas al derecho a la información. Seis años antes, una Comisión Real (tal es el nombre que recibe el grupo de personas elegido por el gobierno para estudiar un tema de relevancia pública) que se había creado como resultado de la presión ejercida por la Unión de Trabajadores de Prensa del Reino Unido había sugerido su puesta en funcionamiento. Sin embargo, esto sólo sucedió cuando las primeras voces en reclamo de un mayor control estatal empezaron a resonar con más fuerza.

En 1962, un informe de la II Comisión Real sobre la Prensa puso en duda su imparcialidad y amenazó nuevamente con promover legislación específica para su control. Ante esta coyuntura, el Consejo General cambió su nombre por Consejo de Prensa (Press Council) y propuso una nueva integración que incluía un 20 por ciento de miembros que no tuvieran vinculación alguna con las empresas informativas.

El lavado de cara no satisfizo a los detractores del sistema y en 1977 una III Comisión Real sobre la Prensa sugirió la creación de un código de conducta que estableciera parámetros claros para su accionar. El Consejo hizo caso omiso de la recomendación y su funcionamiento quedó desprestigiado aunque protegido por el gobierno conservador del momento. Así se mantuvo durante años hasta que en 1989, tras la presentación de varios proyectos parlamentarios que promovían sistemas de regulación estatal, una nueva comisión investigadora decidió dar otra oportunidad a la autorregulación y puso un plazo de 18 meses para demostrar su eficiencia. De lo contrario, se avanzaría en la creación de una legislación desde el parlamento.

La respuesta de la industria no se hizo esperar y en pocos meses se conformó la PCC, se diseñó un sistema de auto-financiamiento y se estableció el “Código de prácticas para editores”. Cumplidos los 18 meses, el informe de la comisión señaló que los resultados no fueron los esperados y recomendó el establecimiento de una regulación estatal. A pesar de ello, la PCC respaldada fundamentalmente por las grandes empresas informativas inglesas, se mantuvo en un frágil equilibrio hasta el día de hoy.
Código, Lady Di y después
Una de las principales modificaciones que sufrió el sistema de autorregulación inglés con la creación de la PCC fue la institución del “Código de prácticas de editores”. Diseñado y revisado anualmente por un comité integrado por representantes de 13 medios gráficos, su primera versión entró en vigencia en enero de 1991. El presidente de aquel comité fundacional fue precisamente el editor del recientemente cerrado News of the World.

Los cambios que se produjeron desde entonces sucedieron a coberturas que despertaron gran conmoción social y/o política y pusieron en duda su imparcialidad. Estas modificaciones, que sirvieron en cada momento como válvula de escape, se produjeron en su mayoría en los artículos referentes a la privacidad de las personas, al acoso por parte de la prensa y al uso de aparatos de espionaje, así como también apuntaron a precisar el concepto de interés público.

La muerte de la ex princesa Diana Spencer (mundialmente conocida como “Lady Di”) probablemente sea el ejemplo que mejor ilustre esta situación. El accidente de auto que le provocó la muerte a ella y a su pareja se produjo mientras varios paparazzi los perseguían a alta velocidad en un túnel de la ciudad de París en septiembre de 1997. Pocos días después, Charles Earl Spencer (hermano de Diana) hizo público su reclamo por una ley que reconociera a la privacidad como un derecho humano fundamental y que terminara con prácticas periodísticas como las que su hermana había vivido como una “tortura”.

La PCC reaccionó rápidamente y difundió un comunicado donde se comprometía a revisar su código con urgencia. En menos de tres meses realizó la mayor cantidad de modificaciones al código en su historia: amplió la definición de privacidad, prohibió la publicación de material obtenido mediante persecución o acoso a una persona, modificó el artículo que habla de la cobertura de noticias sensibles o dolorosas y sustituyó todos los “no debería” (should not) que figuraban en el código por “no debe”(must not), entre otros cambios. El status quo era salvado nuevamente.

En 2011, el sistema de autorregulación cumplió 58 años y la PCC, su actual organismo de control, veinte. En tono con la celebración, el Primer Ministro señaló en una entrevista con la BBC en mayo que era necesario “reconocer más su trabajo en los últimos años y acompañarla para que pueda garantizar el tipo de protección que la gente necesita”. Apenas dos meses después, el mismo Cameron señalaba su fin. ¿Cómo se llegó hasta ahí? ¿Cómo incidió el escándalo de las escuchas?
Un domingo cualquiera
“Gracias y hasta luego” fueron las palabras que eligió el diario inglés News of the World para despedirse de sus lectores el 10 de julio pasado. 168 años después de su primera edición, el diario dominical de mayor tirada (superaba los 2.600.000 ejemplares en mayo) y principal referente de la “prensa amarilla” en la isla, bajó su persiana definitivamente. Editado por la News Corporation, uno de los mayores conglomerados de medios en inglés propiedad de Rupert Murdoch, este diario se publicaba solamente los domingos en reemplazo de su famoso hermano “The Sun” y basaba su popularidad en noticias que involucraban a famosos y escandalizaban a sus lectores.

El comienzo de su fin se produjo en 2007, cuando la policía descubrió que un periodista de su diario había contratado a un detective privado para pinchar los teléfonos de tres asistentes del príncipe William y procurarse una primicia. Andy Coulson, editor del diario en el momento, declaró ante la justicia no saber nada al respecto y la investigación se cerró con las encarcelaciones de los dos implicados.

A pesar de su absolución judicial, Coulson igualmente renunció a su cargo y poco tiempo después aceptó el ofrecimiento del Partido Conservador para ser su Director de Comunicación (lugar desde donde luego acompañó a David Cameron al ser nombrado Primer Ministro).

Para julio de 2009, el temblor parecía haber pasado. Sin embargo, un artículo de Nick Davies publicado en The Guardian puso el tema nuevamente en el candelero. Su investigación citó fuentes policiales que mencionaron que el espionaje sobre los miembros de la realeza no se trató de un hecho aislado, sino que hubo miles de teléfonos pertenecientes a famosos que también habían sido pinchados. Según sus testimonios, algunas de las víctimas demandaron al diario y llegaron a un arreglo extrajudicial con la empresa propietaria, lo que indicó su reconocimiento de la situación.

Ante el nuevo escándalo, la PCC decidió tomar cartas en el asunto y llevó adelante una investigación.Ésta concluyó que la cobertura de The Guardian había sido exagerada y que no pudiendo dar fe de aquellas declaraciones que permanecían anónimas en sus artículos (por el principio de confidencialidad de la fuente), consideró que no había “pruebas concretas” que demostraran que había más implicados que los sindicados en 2007. De esta forma, la PCC exoneró al diario de Murdoch y descalificó a otro de sus integrantes provocando la renuncia de su editor al organismo. La suciedad se barrió bajo la alfombra.

Un año después, en septiembre de 2010, los periodistas Don Van Natta, Jo Becker y Graham Bowley del diario New York Times volvieron sobre el caso y difundieron la declaración de un ex periodista del News of the World que reconoció que el espionaje era un recurso utilizado comúnmente en la redacción del diario y que contaba con la anuencia de sus editores. Desde entonces, el tema fue ganando espacio en los medios británicos con nuevas revelaciones que impactaron en la opinión pública hasta la detención de Coulson. Dos días antes, el 6 de julio de 2011, la PCC emitió un comunicado donde se retractó de su actuación en 2009 y anunció el retiro simbólico de su informe.
Llegar tarde
El 20 de julio, Cameron anunció un panel de seis personas para acompañar al Juez de la Cámara de Apelaciones Lord Justice Levenson en la investigación que evaluará la situación de la prensa británica. Esta comisión (integrada por un ex comisario, un ex director del ente regulador de las comunicaciones de radiodifusión, la directora de una ONG dedicada a la defensa de los derechos civiles y otras personas con experiencia en medios de comunicación) deberá entregar un informe con recomendaciones en el plazo de un año.

Mientras el caso de las escuchas sumó un nuevo capítulo en las portadas de los diarios, en sus editoriales muchos pusieron la vista en el futuro del sistema de regulación. “David Cameron ahora pronuncia la muerte de PCC porque ésta no descubrió hechos que la propia MI5 (NdR: servicio de inteligencia inglés) obvió mencionarle cuando nombró a Andy Coulson como su Jefe de Prensa”, apuntó Peter Preston desde las páginas de The Guardian, diario al que dirigió durante 20 años y que fue clave en la denuncia de las escuchas de News of the World.

Murdoch es precisamente uno de los que Preston señaló como principales impulsores de la PCC en su conformación. “¿Quiénes podían temerle a posibles leyes que regulen los criterios de privacidad? Los diarios populares que veían buena parte de su mercado comprometido”, reflexionó.

“La libertad de prensa está mejor protegida cuando hay un sistema de auto-regulación respetado por todos. Cuando se debilita su credibilidad aumentan inevitablemente las presiones para que exista un control ejercido por el Estado” analizó en un comunicado la Unión Nacional de Trabajadores de Prensa del Reino Unido el 6 de julio de 2011, el mismo día que la PCC informó el inicio de un nuevo proceso de revisión completa de su código.

Mientras los editores de los medios gráficos que la integran parecieron insistir con la vieja receta, el sindicato pensó en otra sintonía: “es tiempo de abolir la PCC y crear un nuevo organismo que pueda defender el periodismo y el interés del público, no el de los propietarios de los medios”.

Para leer más

PressInquiry.org: Blog dedicado a las novedades de la comisión investigadora sobre la prensa realizado por Full Fact, una asociación civil de periodismo que funciona como un observatorio para el chequeo de la información suministrada por los medios.
The Guardian: Todas las noticias vinculadas a la PCC publicadas por el diario inglés The Guardian.
Twitter: Lista de usuarios de Twitter vinculados con la discusión acerca del sistema de auto-regulación inglés y el proceso de audiencias públicas. 

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La PCC en números
Para terminar de comprender la actuación de la PCC vale la pena echar un vistazo al últimoinforme anual de funcionamiento presentado a principios de 2011. En este se señaló que en todo 2010 la PCC recibió 1687 quejas: en el 88 por ciento de ellas se mencionaron imprecisiones en la cobertura de una noticia, en el 23 por ciento violación a la privacidad, en el 3,3 por ciento discriminación, en el 0,9 por ciento pinchadura de teléfonos, hackeo de mails o uso de cámaras ocultas; y en el 0,4 otras causas (NdR: la suma de porcentajes supera el cien por ciento debido a que algunas quejas contenían más de una denuncia de infracción al código). 
La PCC juzgó que solo 750 (el 44,5 por ciento) merecían una reparación y actuó como mediador para ello. En 544 casos, llegó a un acuerdo satisfactorio para el denunciante. En 188, el denunciante no quedó satisfecho pero la Comisión consideró que la respuesta del medio estuvo acorde; y en 18 casos no obtuvieron respuesta favorable por parte de los medios.  

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